Cap. 5 “El pedido de Leroy Merlín y la ley de Murphy”
Bueno amigos, la obra avanza despacito pero avanza. Han sido varios lo problemas y entre dimes y diretes la obra ha estado parada cerca de 15 días. Ahora la casa está para verla, con los techos levantados, las paredes sin azulejos, polvo, muebles para tirar, bolsas para la basura, etc. ¡De lujo vamos!
Una vez superados (o casi) los problemas con los hijos de puta de los vecinos (no todos) y aunque concretamente uno todavía esté intentando dar por el culo (hasta que se lleve una hostia) ya pusimos el container en la esquina y se pudieron descargar las bolsas de escombro (por supuesto por el ascensor). Ahora ya se puede andar por la casa sin tropezar aunque no es recomendable apoyarse en ningún sitio ni ir a fisgar con pantalones blancos (como he hecho yo hoy).
Y a tiempo que hemos (han) hecho hueco en casa porque ya me habían llamado dos veces del Leroy Merlín para decirme que al día siguiente me llevaban a casa el pedido. A saber: Los azulejos de la cocina, del suelo y las paredes, los del baño, también del suelo y las paredes, el armario del baño, el espejo, la mampara de la ducha, el plato de la ducha, la baza, la cisterna, la columna de la ducha y el lavabo. En ambas ocasiones les tuve que parar los pies y pedirles amablemente que el pedido me lo mandasen mejor el día que yo les dijese y no el que me dijesen ellos. Yo comprendía que no me podían tener el material en sus almacenes de igual manera que ellos entendían que si tenía la casa llena de sacos de escombros no tenía sitio para colocar el material.
Total que una vez se hizo sitio en casa acepté el día de hoy como la fecha ideal para que me llevasen el material a casa. A pesar de que los obreros me dijeron cuando les avisé de la llegada del material, que mi presencia no era necesaria en tan gran momento, en cuanto me llamó el transportista, por cierto a las 8:40 a.m., me levanté rápidamente y acudí a esperarle al portal.
Llegamos al tiempo, tanto fue así que no me dio tiempo a aparcar. Me bajé del coche, me presenté y le abrí el portal. Ya me dio mala espina que viniera solo un tío con el camión. No porque fuese un tirillas tipo Luisman (¿qué pasa en Leroy los pagan por lo que pesan?, ni porque me hubiese hecho madrugar. Si no porque yo había pagado un plus para que en vez de dejar el material en el portal a pie de calle, lo subieran hasta la puerta de casa. Sabiendo todo lo que se había comprado yo creía que al menos irían dos en el camión, pero ver solo uno me mosqueó bastante. Y no os digo nada cuando empezó a descargar todo y a apilarlo en el portal. Yo le dejé hacer hasta que acabó (10, 15 m) y cuando me dio el albarán a firmar le informé del pequeño gran detalle: “Había que subirlo hasta el sexto piso”.
Tampoco fue mayor problema para él la noticia, una simple llamada de teléfono fue bastante para confirmar que ni él ni su jefe tenían ni puta idea de que había que subirlo a casa. Ayudó bastante que estuviera en mi poder el recibo del pago de los portes. Eso les convenció que el fallo era de ellos y no mío. Es aquí cuando comenzó la tragedia
Las primeras declaraciones del paisano transportista al ver el tamaño del ascensor fueron premonitorias: “Este ascensor es una puta mierda” Yo ya le avisé” Pues gracias que hay uno que al principio solo había escaleras”. Del primer viaje se subió la mampara, un par de cajas de azulejos y la baza (inodoro para los finolis). Todo fue como la seda hasta que volvió al portal para realizar el segundo ascenso al sexto piso.
El tiempo pasaba y el paisano volvía a subir. Un poco preocupado fui a bajar yo y el ascensor estaba ocupado, pero como en casa no estaba haciendo nada me dije: Voy a bajar al portal y así por lo menos le echo un ojo al camión no vaya a ser que entre viaje y viaje le pongan una multa. Cual fue mi sorpresa al llegar al portal y ver allí al hombre brazos en jarras y diciéndome otra vez: “Este ascensor ya he dicho yo que es una puta mierda” . ¡¡Justo oye!! Lo que estás pensando, el ascensor se había jodido.
Momentos de zozobra, de desconcierto, de tocar los botones a ver si el muerte resucitaba pero nada, no había manera. El ascensor se había jodido en el portal y ni subía ni bajaba. A uno que yo me sé el semblante se le cambió en unos segundos. Se puede decir que su vida pasó por delante de sus ojos en un instante. Resignado ante la falta de alternativas cogió dos cajas de azulejos y cagándose en lo más sagrado emprendió la ascensión rumbo al sexto piso.
Yo me quedé en el portal viendo la vida pasar y a los vecinos protestar porque el ascensor no funcionaba por haber bajado cosas en él, como ya ellos habían predicho, los hijos de Rappel no te jode. Los viajes del muchacho del sexto al portal y del portal al sexto se iban sucediendo lentamente pero a un ritmo constante. Se puede decir que el tío físicamente estaba preparado. Es cierto que al después del tercer descenso (todos y cada uno de ellos maldiciendo y echando sapos por la boca) se vio obligado hacer un descanso e ir al bar más cercano a por una botella de agua.
La verdad es que por más viajes que daba e tío el portal no se despejaba ni pa dios. Ya me dio tanta pena que me dije: “vamos a echarle una mano, de la que subo a casa me subo dos cajas de azulejos como hace él”. ¡¡¡¡¡Redios amigos!!!!! Doy fe de que empecé bien, consciente de las dificultades que entrañaba la empresa pero al tiempo confiado en mis fuerzas. Al principio las dos cajas pesaban pero no podía ser un mariquita, había que llegar al sexto aunque fuese a un ritmo inferior al de él. Al fin y al cabo se trataba de un profesional y era lógico que tardase menos que yo.
Llegue muy jodido al tercer piso, pero todavía creí que podría hacerlo. Estuve tentado de parar a descansar pero oí unos pasos por la escalera y me alarmé. Coño, a ver si este tío me coge de la que sube. Hotias que me lo he cruzado en el segundo de la que bajaba de dar un viaje y a ver si me pilla a mitad de la escalera subiendo otros viaje. Señores estaba deshuevado cuando llegué al cuarto, está comprobado, el corazón se me quería salir del pecho, debía de ser el mal de altura o algo pero el oxigeno no me llegaba a los pulmones y no llevaba dos cajas de azulejos, eran dos piedras de las que levantan el Perurena de los cojones.
¡¡Mecagoentómecago!! En un arranque insólito de dignidad apoyé las cajas en la barandilla y dije “hasta aquí hemos llegado” Pero fue oír otra vez los pasos acercarse y tirar para arriba con unas fuerzas que ni siquiera sospechaba que podía tener todavía. Eso sí, cuando hice cumbre entré en casa con la cabeza erguida, sin mostrar fatiga y muy dignamente dejé las cajas en su sitio y desaparecí en un rincón donde nadie me viese.
Huelga decir que fue el primer y último viaje que me di con material de ninguna clase. Todavía bajé y subí un par de veces por la mañana por las escaleras, pero con las manos vacías.
No menos de 10 o 12 viajes llevaría el enviado de Leroy Merlín cuando se rindió. Me dijo que por favor se piraba, que si el ascensor no funcionaba él se iba a entregar a otros menesteres y que si se arreglaba le llamase y él volvía encantado a terminar el trabajo. Pero que de verdad no podía más. Le quedaba aún un poco más de la mitad del material en el portal, incluyendo el armario del baño que es lo que más abultaba de todo y se me ablandó al corazón. Le dije que se pirase y ya le avisaríamos cuando el ascensor estuviera operativo.
Aquí es donde interviene la Ley de Murphy. No habían pasado 5 minutos desde que se marchó cuando llegó el servicio técnico del ascensor, se metió en la sala de máquinas, dio un botón y el ascensor volvió a funcionar. Llama al paisano, cáguese el chaval en todos los santos otra vez y hazle dar la vuelta y volver a bajarse del camión a continuar con el traslado de material.
Recordemos, ascensor estropeado, subida de material por la escalera, rendición incondicional, resurrección del ascensor y vuelta a la tarea abandonada. ¡Pues no va el hombre y lo primero que decide subir a casa en la reanudación es el armario del baño!¿Y qué pasa? Lo que tenía que pasar, que el armario no cabe en el ascensor (el hijodelagranputadelascensor, según la definición del de Leroy) por menos de un centímetro. Así que el ascensor funciona pero hay que subir el armario por la escalera los seis pisos otra vez.
Desde entonces vi que no era el momento de hacer ningún chiste ni mucho menos algún comentario graciosillo sobre las veces que había tenido que subir andando, ni sobre el ascensor ni sobre la vida en general. Así que me volví a esconder en un discreto segundo plano como cuando subí las dos cajas de azulejos.
Esta vez y después de otros 7 u 8 viajes el trabajó se acabó. Todo el material llego a su destino en un tiempo más largo del esperado. Se llegó a las 9 de la mañana, se pensó a las 9:30 que se había acabado cuando se descargó todo en el portal y se terminó realmente a las 11:45 a.m. ¡vamos que el tío hizo la mañana!
No soy tan malo como para dejar tirado a un pobre trabajador y encima contarlo. Me dio tanta pena cuando terminó que le solté 20€ por las “molestias”. Era buena gente después de todo, no los quería coger pero le insistí hasta que se los guardó. Seré un flojo cargando azulejos pero tengo sentimientos ¿qué os creíais’
Solo me asalta una duda en estos momentos ¿Por qué cuando acabó los brazos le llegaban casi a los tobillos? ¿El muchacho es así o se le habían estirado de cargar con las cajas a lo largo de seis pisos en unos 20 o 25 viajes?. ¡No os riáis cabrones! Teníais que haberlo visto, la punta de los dedos casi tocaban los gemelos, ¡Que tío!
Con esto se acaba el capítulo de Diario de..... Ahora que la casa va tomando forma los capítulos serán más seguidos y espero que más entretenidos. ¡Es, es, esto, esto es todo amigos!
Bueno amigos, la obra avanza despacito pero avanza. Han sido varios lo problemas y entre dimes y diretes la obra ha estado parada cerca de 15 días. Ahora la casa está para verla, con los techos levantados, las paredes sin azulejos, polvo, muebles para tirar, bolsas para la basura, etc. ¡De lujo vamos!
Una vez superados (o casi) los problemas con los hijos de puta de los vecinos (no todos) y aunque concretamente uno todavía esté intentando dar por el culo (hasta que se lleve una hostia) ya pusimos el container en la esquina y se pudieron descargar las bolsas de escombro (por supuesto por el ascensor). Ahora ya se puede andar por la casa sin tropezar aunque no es recomendable apoyarse en ningún sitio ni ir a fisgar con pantalones blancos (como he hecho yo hoy).
Y a tiempo que hemos (han) hecho hueco en casa porque ya me habían llamado dos veces del Leroy Merlín para decirme que al día siguiente me llevaban a casa el pedido. A saber: Los azulejos de la cocina, del suelo y las paredes, los del baño, también del suelo y las paredes, el armario del baño, el espejo, la mampara de la ducha, el plato de la ducha, la baza, la cisterna, la columna de la ducha y el lavabo. En ambas ocasiones les tuve que parar los pies y pedirles amablemente que el pedido me lo mandasen mejor el día que yo les dijese y no el que me dijesen ellos. Yo comprendía que no me podían tener el material en sus almacenes de igual manera que ellos entendían que si tenía la casa llena de sacos de escombros no tenía sitio para colocar el material.
Total que una vez se hizo sitio en casa acepté el día de hoy como la fecha ideal para que me llevasen el material a casa. A pesar de que los obreros me dijeron cuando les avisé de la llegada del material, que mi presencia no era necesaria en tan gran momento, en cuanto me llamó el transportista, por cierto a las 8:40 a.m., me levanté rápidamente y acudí a esperarle al portal.
Llegamos al tiempo, tanto fue así que no me dio tiempo a aparcar. Me bajé del coche, me presenté y le abrí el portal. Ya me dio mala espina que viniera solo un tío con el camión. No porque fuese un tirillas tipo Luisman (¿qué pasa en Leroy los pagan por lo que pesan?, ni porque me hubiese hecho madrugar. Si no porque yo había pagado un plus para que en vez de dejar el material en el portal a pie de calle, lo subieran hasta la puerta de casa. Sabiendo todo lo que se había comprado yo creía que al menos irían dos en el camión, pero ver solo uno me mosqueó bastante. Y no os digo nada cuando empezó a descargar todo y a apilarlo en el portal. Yo le dejé hacer hasta que acabó (10, 15 m) y cuando me dio el albarán a firmar le informé del pequeño gran detalle: “Había que subirlo hasta el sexto piso”.
Tampoco fue mayor problema para él la noticia, una simple llamada de teléfono fue bastante para confirmar que ni él ni su jefe tenían ni puta idea de que había que subirlo a casa. Ayudó bastante que estuviera en mi poder el recibo del pago de los portes. Eso les convenció que el fallo era de ellos y no mío. Es aquí cuando comenzó la tragedia
Las primeras declaraciones del paisano transportista al ver el tamaño del ascensor fueron premonitorias: “Este ascensor es una puta mierda” Yo ya le avisé” Pues gracias que hay uno que al principio solo había escaleras”. Del primer viaje se subió la mampara, un par de cajas de azulejos y la baza (inodoro para los finolis). Todo fue como la seda hasta que volvió al portal para realizar el segundo ascenso al sexto piso.
El tiempo pasaba y el paisano volvía a subir. Un poco preocupado fui a bajar yo y el ascensor estaba ocupado, pero como en casa no estaba haciendo nada me dije: Voy a bajar al portal y así por lo menos le echo un ojo al camión no vaya a ser que entre viaje y viaje le pongan una multa. Cual fue mi sorpresa al llegar al portal y ver allí al hombre brazos en jarras y diciéndome otra vez: “Este ascensor ya he dicho yo que es una puta mierda” . ¡¡Justo oye!! Lo que estás pensando, el ascensor se había jodido.
Momentos de zozobra, de desconcierto, de tocar los botones a ver si el muerte resucitaba pero nada, no había manera. El ascensor se había jodido en el portal y ni subía ni bajaba. A uno que yo me sé el semblante se le cambió en unos segundos. Se puede decir que su vida pasó por delante de sus ojos en un instante. Resignado ante la falta de alternativas cogió dos cajas de azulejos y cagándose en lo más sagrado emprendió la ascensión rumbo al sexto piso.
Yo me quedé en el portal viendo la vida pasar y a los vecinos protestar porque el ascensor no funcionaba por haber bajado cosas en él, como ya ellos habían predicho, los hijos de Rappel no te jode. Los viajes del muchacho del sexto al portal y del portal al sexto se iban sucediendo lentamente pero a un ritmo constante. Se puede decir que el tío físicamente estaba preparado. Es cierto que al después del tercer descenso (todos y cada uno de ellos maldiciendo y echando sapos por la boca) se vio obligado hacer un descanso e ir al bar más cercano a por una botella de agua.
La verdad es que por más viajes que daba e tío el portal no se despejaba ni pa dios. Ya me dio tanta pena que me dije: “vamos a echarle una mano, de la que subo a casa me subo dos cajas de azulejos como hace él”. ¡¡¡¡¡Redios amigos!!!!! Doy fe de que empecé bien, consciente de las dificultades que entrañaba la empresa pero al tiempo confiado en mis fuerzas. Al principio las dos cajas pesaban pero no podía ser un mariquita, había que llegar al sexto aunque fuese a un ritmo inferior al de él. Al fin y al cabo se trataba de un profesional y era lógico que tardase menos que yo.
Llegue muy jodido al tercer piso, pero todavía creí que podría hacerlo. Estuve tentado de parar a descansar pero oí unos pasos por la escalera y me alarmé. Coño, a ver si este tío me coge de la que sube. Hotias que me lo he cruzado en el segundo de la que bajaba de dar un viaje y a ver si me pilla a mitad de la escalera subiendo otros viaje. Señores estaba deshuevado cuando llegué al cuarto, está comprobado, el corazón se me quería salir del pecho, debía de ser el mal de altura o algo pero el oxigeno no me llegaba a los pulmones y no llevaba dos cajas de azulejos, eran dos piedras de las que levantan el Perurena de los cojones.
¡¡Mecagoentómecago!! En un arranque insólito de dignidad apoyé las cajas en la barandilla y dije “hasta aquí hemos llegado” Pero fue oír otra vez los pasos acercarse y tirar para arriba con unas fuerzas que ni siquiera sospechaba que podía tener todavía. Eso sí, cuando hice cumbre entré en casa con la cabeza erguida, sin mostrar fatiga y muy dignamente dejé las cajas en su sitio y desaparecí en un rincón donde nadie me viese.
Huelga decir que fue el primer y último viaje que me di con material de ninguna clase. Todavía bajé y subí un par de veces por la mañana por las escaleras, pero con las manos vacías.
No menos de 10 o 12 viajes llevaría el enviado de Leroy Merlín cuando se rindió. Me dijo que por favor se piraba, que si el ascensor no funcionaba él se iba a entregar a otros menesteres y que si se arreglaba le llamase y él volvía encantado a terminar el trabajo. Pero que de verdad no podía más. Le quedaba aún un poco más de la mitad del material en el portal, incluyendo el armario del baño que es lo que más abultaba de todo y se me ablandó al corazón. Le dije que se pirase y ya le avisaríamos cuando el ascensor estuviera operativo.
Aquí es donde interviene la Ley de Murphy. No habían pasado 5 minutos desde que se marchó cuando llegó el servicio técnico del ascensor, se metió en la sala de máquinas, dio un botón y el ascensor volvió a funcionar. Llama al paisano, cáguese el chaval en todos los santos otra vez y hazle dar la vuelta y volver a bajarse del camión a continuar con el traslado de material.
Recordemos, ascensor estropeado, subida de material por la escalera, rendición incondicional, resurrección del ascensor y vuelta a la tarea abandonada. ¡Pues no va el hombre y lo primero que decide subir a casa en la reanudación es el armario del baño!¿Y qué pasa? Lo que tenía que pasar, que el armario no cabe en el ascensor (el hijodelagranputadelascensor, según la definición del de Leroy) por menos de un centímetro. Así que el ascensor funciona pero hay que subir el armario por la escalera los seis pisos otra vez.
Desde entonces vi que no era el momento de hacer ningún chiste ni mucho menos algún comentario graciosillo sobre las veces que había tenido que subir andando, ni sobre el ascensor ni sobre la vida en general. Así que me volví a esconder en un discreto segundo plano como cuando subí las dos cajas de azulejos.
Esta vez y después de otros 7 u 8 viajes el trabajó se acabó. Todo el material llego a su destino en un tiempo más largo del esperado. Se llegó a las 9 de la mañana, se pensó a las 9:30 que se había acabado cuando se descargó todo en el portal y se terminó realmente a las 11:45 a.m. ¡vamos que el tío hizo la mañana!
No soy tan malo como para dejar tirado a un pobre trabajador y encima contarlo. Me dio tanta pena cuando terminó que le solté 20€ por las “molestias”. Era buena gente después de todo, no los quería coger pero le insistí hasta que se los guardó. Seré un flojo cargando azulejos pero tengo sentimientos ¿qué os creíais’
Solo me asalta una duda en estos momentos ¿Por qué cuando acabó los brazos le llegaban casi a los tobillos? ¿El muchacho es así o se le habían estirado de cargar con las cajas a lo largo de seis pisos en unos 20 o 25 viajes?. ¡No os riáis cabrones! Teníais que haberlo visto, la punta de los dedos casi tocaban los gemelos, ¡Que tío!
Con esto se acaba el capítulo de Diario de..... Ahora que la casa va tomando forma los capítulos serán más seguidos y espero que más entretenidos. ¡Es, es, esto, esto es todo amigos!
2 comentarios:
Joder!!! menos mal que estaba en tenerife, sino me veo ayudando al pobres hombre,
aunque bien pensado, me habría sacado 10 euritos.
jejeje.
Fdo. Michel.
estás tiempo de ayudar, no te preocupes que ya se te avisará
Publicar un comentario