Mañana es el cumpleaños de Paula
Y cómo es lógico tiene que tener regalos.
Así que ni corto ni perezoso busqué algo diferente y divertido para regalar. No lo encontré en los catálogos de las jugueterías, aunque al menos me sirvieron para tener una idea.
Busqué en internet y lo encontré. ¡Ya tenía el regalo perfecto!. Solo tuve que encargarlo, efectuar el pago por adelantado y al día siguiente lo tenía en casa.
Pero claro, el regalito venía perfectamente empaquetado y embalado en una caja. Era ese tipo de embalaje en el que está todo perfecto, pero si lo sacas y luego quieres volver a meterlo todo dentro de la caja es totalmente imposible. No cabe ni pa dios. ¿Cómo lo harán para que entre la primera vez?
El caso es que llegó el día D. El día en que había que dárselo a la niña, pero antes había que sacarlo de la caja y montarlo para que lo pudiera disfrutar.
En previsión de lo que se podía tardar, el equipo de montaje (mi madre y yo) decidió comenzar la tarea por la mañana para que a media tarde todo estuviera en orden y preparado. Así se hizo, se madrugó y sin desayunar se comenzaron las labores de desembalaje y montaje.
Ya cuando me levanté la caja estaba en el suelo del salón, zanjando así cualquier posibilidad de olvido o escaqueo por mi parte.
¡Fácil manejo y montaje ponía! Así que pensé que no debía ser difícil montar el negocio y me puse manos a la obra. Lo primero sacar todo lo que había dentro de la caja.
A pesar de mi correcta puesta en escena todavía no lo veía claro. Me pareció que el tamaño del artilugio era mayor que el de la puerta y decidí trasladar el taller de montaje a la terraza, ahora que todo estaba medio empaquetado, antes de perder piezas por el camino.
Además en la terraza tenía más espacio para desembalar todo y hacerme una idea de lo que iba a costar.
En ese momento empezaron mis dudas y mis temores. Pensé que esto no lo acababa ni para las diez de la noche. No veía por dónde meterle mano primero. Bueno en realidad ni primero ni después. No tenía nada claro si al final el Artefacto iba a quedar montado en caso de conseguirlo estaba convencido de pagar un precio muy alto por ello (en forma de gritos y discusiones).
El panorama no mejoró nada cuando saqué las instrucciones para ver por dónde empezaba a armar las diferentes piezas que tenía a mis pies.
¡Solo estaban en inglés! Así que había que fijarse más en los dibujos que en las instrucciones propiamente dichas. Mal rollo
Fueron los peores momentos de la mañana. Una parte de mi me pedía abandonar, pero otra parte me decía que no podía ser tan mariquita. Era la hora de pedir ayuda. Una persona sola no se veía capaz de acabar (ni empezar) la labor.
Mi madre vino a colaborar, tal y cómo habíamos acordado el día anterior. Al menos con una persona interpretando los jeroglíficos en que se habían convertido las instrucciones y otra montando o aguantando, la cosa prometía acabar más o menos bien.
El esqueleto de la construcción iba tomando forma, lo normal cuando las cosas se hacen bien y se empiezan por el principio.
En el siguiente paso fue cuando más se necesitó la colaboración de dos personas. Hubo que emplear maña y fuerza a partes iguales. Además nos dimos cuenta de que teníamos en la caja una herramienta específica para el trabajo cuando ya teníamos hecho la mitad de la tarea a puro pulso. No obstante he de confesar que sin la herramienta antes citada, no habríamos podido terminar esta primera fase.
Cuando ya parecía que todo estaba dominado apareció el problema más típico de estas ocasiones. ¡Nos sobraban piezas! Había una bolsa con tornillos y no había dónde ponerlos. Ni en las instrucciones salía los dichosos tornillos, ni había ningún agujero dónde meterlos.
Lo intentamos sin tornillos pero nos remordía la conciencia por dentro ¿Para qué va a traer tornillos si no hay dónde ponerlos? No tenía sentido.
Me volvía a sentar aparte, solo con la hoja de las instrucciones y la bolsa de los tornillos. En algún sitio tenían que ir los tornillos.
Por fin me pereció ver un micro-tornillo dibujado en una esquina de las instrucciones. Era ahí o en ningún sitio. Así lo hicimos y aunque a la primera no entraban, si hacía mucha fuerza al final el tornillo entraba en el agujero. Una vez atornillados, todo comenzaba a tener sentido.
Lo más difícil ya lo teníamos, ahora solo quedaba poner la guinda al pastel. Colocar los accesorios. Primero la red por dentro (de entrada lo intentamos por fuera pero desechamos la idea por absurda).
¡Se acabó, ya está! Terminado, y qué bonito queda. Pero todavía nos quedaba una última cosa, comprobar que todo estaba montado correctamente. Ante la imposibilidad de probar nosotros mismos el resultado de nuestro trabajo, tuvimos que recurrir a un probador profesional. Daniel acudió a nuestra llamada y realizo el test de calidad del producto.
Las pruebas fueron concienzudas y se realizaron teniendo en cuenta las circunstancias más adversas posibles.
Al final todo fueron alegrías y parabienes. Todo era del agrado del probador, solo faltaba que la destinataria del regalo disfrutara tanto cómo él. Habíamos acabado el trabajo antes de la hora de comer, superando con mucho las previsiones más optimistas.
Ya solo queda que Paula vea su regalo y que sus padres ratifiquen con su firma la aprobación del informe del test de calidad que ha elaborado Daniel. Es el último trámite a superar para poder decir que nuestra idea y nuestro trabajo ha sido todo un éxito de crítica y público.
¡Ah! para acabar. No me llaméis para montar los regalos de vuestro hijos o sobrinos. Los compráis montados, los montáis vosotros o aprendéis inglés para leer las p... instrucciones.
EL DESENLACE:
Todos nuestros esfuerzos valieron la pena cuando Paula vio el regalo terminado. Solo tenéis que ver la cara que puso para comprender que me ablandé y ya estoy dispuesto a montar otro regalo, por muy difícil que sea y aunque las instrucciones vengan en ruso.
No hace falta preguntar si le gusta o si le hace ilusión. Basta con mirarle la cara que se le ha quedado.
Además a ella no le hacen falta instrucciones para saber cómo funciona el tinglado.
Aunque al final el tema se nos pudo ir de las manos. Los nervios y la emoción se apoderaron de ella y casi tenemos que llamar a los GEOS para que lograran sacarla de allí.
Busqué en internet y lo encontré. ¡Ya tenía el regalo perfecto!. Solo tuve que encargarlo, efectuar el pago por adelantado y al día siguiente lo tenía en casa.
Pero claro, el regalito venía perfectamente empaquetado y embalado en una caja. Era ese tipo de embalaje en el que está todo perfecto, pero si lo sacas y luego quieres volver a meterlo todo dentro de la caja es totalmente imposible. No cabe ni pa dios. ¿Cómo lo harán para que entre la primera vez?
El caso es que llegó el día D. El día en que había que dárselo a la niña, pero antes había que sacarlo de la caja y montarlo para que lo pudiera disfrutar.
En previsión de lo que se podía tardar, el equipo de montaje (mi madre y yo) decidió comenzar la tarea por la mañana para que a media tarde todo estuviera en orden y preparado. Así se hizo, se madrugó y sin desayunar se comenzaron las labores de desembalaje y montaje.
Ya cuando me levanté la caja estaba en el suelo del salón, zanjando así cualquier posibilidad de olvido o escaqueo por mi parte.
¡Fácil manejo y montaje ponía! Así que pensé que no debía ser difícil montar el negocio y me puse manos a la obra. Lo primero sacar todo lo que había dentro de la caja.
A pesar de mi correcta puesta en escena todavía no lo veía claro. Me pareció que el tamaño del artilugio era mayor que el de la puerta y decidí trasladar el taller de montaje a la terraza, ahora que todo estaba medio empaquetado, antes de perder piezas por el camino.
Además en la terraza tenía más espacio para desembalar todo y hacerme una idea de lo que iba a costar.
En ese momento empezaron mis dudas y mis temores. Pensé que esto no lo acababa ni para las diez de la noche. No veía por dónde meterle mano primero. Bueno en realidad ni primero ni después. No tenía nada claro si al final el Artefacto iba a quedar montado en caso de conseguirlo estaba convencido de pagar un precio muy alto por ello (en forma de gritos y discusiones).
El panorama no mejoró nada cuando saqué las instrucciones para ver por dónde empezaba a armar las diferentes piezas que tenía a mis pies.
¡Solo estaban en inglés! Así que había que fijarse más en los dibujos que en las instrucciones propiamente dichas. Mal rollo
Fueron los peores momentos de la mañana. Una parte de mi me pedía abandonar, pero otra parte me decía que no podía ser tan mariquita. Era la hora de pedir ayuda. Una persona sola no se veía capaz de acabar (ni empezar) la labor.
Mi madre vino a colaborar, tal y cómo habíamos acordado el día anterior. Al menos con una persona interpretando los jeroglíficos en que se habían convertido las instrucciones y otra montando o aguantando, la cosa prometía acabar más o menos bien.
El esqueleto de la construcción iba tomando forma, lo normal cuando las cosas se hacen bien y se empiezan por el principio.
En el siguiente paso fue cuando más se necesitó la colaboración de dos personas. Hubo que emplear maña y fuerza a partes iguales. Además nos dimos cuenta de que teníamos en la caja una herramienta específica para el trabajo cuando ya teníamos hecho la mitad de la tarea a puro pulso. No obstante he de confesar que sin la herramienta antes citada, no habríamos podido terminar esta primera fase.
Cuando ya parecía que todo estaba dominado apareció el problema más típico de estas ocasiones. ¡Nos sobraban piezas! Había una bolsa con tornillos y no había dónde ponerlos. Ni en las instrucciones salía los dichosos tornillos, ni había ningún agujero dónde meterlos.
Lo intentamos sin tornillos pero nos remordía la conciencia por dentro ¿Para qué va a traer tornillos si no hay dónde ponerlos? No tenía sentido.
Me volvía a sentar aparte, solo con la hoja de las instrucciones y la bolsa de los tornillos. En algún sitio tenían que ir los tornillos.
Por fin me pereció ver un micro-tornillo dibujado en una esquina de las instrucciones. Era ahí o en ningún sitio. Así lo hicimos y aunque a la primera no entraban, si hacía mucha fuerza al final el tornillo entraba en el agujero. Una vez atornillados, todo comenzaba a tener sentido.
Lo más difícil ya lo teníamos, ahora solo quedaba poner la guinda al pastel. Colocar los accesorios. Primero la red por dentro (de entrada lo intentamos por fuera pero desechamos la idea por absurda).
¡Se acabó, ya está! Terminado, y qué bonito queda. Pero todavía nos quedaba una última cosa, comprobar que todo estaba montado correctamente. Ante la imposibilidad de probar nosotros mismos el resultado de nuestro trabajo, tuvimos que recurrir a un probador profesional. Daniel acudió a nuestra llamada y realizo el test de calidad del producto.
Las pruebas fueron concienzudas y se realizaron teniendo en cuenta las circunstancias más adversas posibles.
Al final todo fueron alegrías y parabienes. Todo era del agrado del probador, solo faltaba que la destinataria del regalo disfrutara tanto cómo él. Habíamos acabado el trabajo antes de la hora de comer, superando con mucho las previsiones más optimistas.
Ya solo queda que Paula vea su regalo y que sus padres ratifiquen con su firma la aprobación del informe del test de calidad que ha elaborado Daniel. Es el último trámite a superar para poder decir que nuestra idea y nuestro trabajo ha sido todo un éxito de crítica y público.
¡Ah! para acabar. No me llaméis para montar los regalos de vuestro hijos o sobrinos. Los compráis montados, los montáis vosotros o aprendéis inglés para leer las p... instrucciones.
EL DESENLACE:
Todos nuestros esfuerzos valieron la pena cuando Paula vio el regalo terminado. Solo tenéis que ver la cara que puso para comprender que me ablandé y ya estoy dispuesto a montar otro regalo, por muy difícil que sea y aunque las instrucciones vengan en ruso.
No hace falta preguntar si le gusta o si le hace ilusión. Basta con mirarle la cara que se le ha quedado.
Además a ella no le hacen falta instrucciones para saber cómo funciona el tinglado.
Aunque al final el tema se nos pudo ir de las manos. Los nervios y la emoción se apoderaron de ella y casi tenemos que llamar a los GEOS para que lograran sacarla de allí.
5 comentarios:
Felicidades al equipo de "A fondo" por el estupendo reportaje, ya era hora de que hubiese algo para "niños" en la página.
Yo quiero uno para mi cumple!!!!!!
Felicidades Manute, pero yo paso, a mi sobrino el action-man.
manute for ikea
Quien cojo....es Manute, por que no te dedicas a "jugar" a la petanca y dejas de jugar con el pan de otros.
Fdo.: McGiver
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